Cartas de Victoria Thorn. Algo que escribir, parte 2. Un primer ensayo
Como toda estudiante, Emily estaba entusiasmada, curiosa y temerosa de su primer día en la universidad. ¿Qué se esperaba de ella?
Estimada Lectora:
Emily decidió que sería genial asistir en persona a la universidad la primera semana. Aunque había elegido estudiar a distancia la mayor parte del tiempo, esta visita le vendría bien para conocer a las personas con las que luego contactaría en línea. También quería conocer a sus profesores. Este viaje bien valía la pena.
Todos fueron muy amables. Emily estaba emocionada. Su primera clase era inglés, y le habían dicho que el profesor era un ícono en la universidad.
El profesor Perkins se presentó y pidió a los doce estudiantes que se presentaran brevemente.
—Su primera tarea será escribir un ensayo de dos a tres mil palabras sobre su vida. Lo quiero en primera persona, —dijo. —Es una forma de aprender unos de otros, ya que estaremos juntos durante los próximos meses.
A Emily le habían asignado una habitación que usaría durante su visita. Esa noche, después de clases, compró un sándwich y fue a su habitación a escribir su ensayo. Escribiría sobre cómo la vendieron de niña y cómo escapó para buscar trabajo en el mercado, para luego regresar a la escuela.
Dos días después, Emily tuvo la siguiente clase con el profesor Perkins. Ella entregó su tarea, pero el profesor les pidió a los estudiantes que leyeran sus ensayos en voz alta, uno por uno.
Después de que Emily leyera el suyo, el profesor Perkins se sintió intrigado. Al final de la clase, le pidió a Emily que se quedara.
—Una palabra, por favor, Emily, —dijo Perkins.
Emily quería irse; se prepararía para volar de regreso a casa al día siguiente. Sin embargo, sabía que tenía que quedarse y escuchar lo que su profesor quería decirle.
Esperó hasta que estuvieron solos en el aula. Era tarde y todos se iban ya a descansar.
—Creo que podrías ser mi asistente, Emily, —dijo Perkins.
—Es un honor, pero soy una estudiante a distancia. Estoy aquí solo por una semana, —dijo Emily.
—¡Ah, no! Necesito a mis estudiantes aquí, sentados alrededor de esta mesa, —dijo Perkins. Eso era un problema para Emily, ya que tenía un acuerdo con los jefes.
Perkins explicó que necesitaba que los estudiantes leyeran sus trabajos en voz alta y dieran críticas constructivas.
Emily dijo que podía hacerlo en pantalla. —No es que vaya a estar ausente; estaría en pantalla; algunos otros compañeros también estarán a distancia.
—¿Quién te dijo eso? —preguntó Perkins.
—Algunos de los compañeros que conocí hoy, —dijo Emily.
El profesor Perkins gruñó. —No me gustan los estudiantes a distancia. Bueno, sígueme, vamos a mi oficina.
—Pero no puedo ser su asistente, —dijo Emily.
—Quiero que veas el programa del semestre para que entiendas por qué deben estar presentes.
Emily siguió al hombre de unos sesenta años. Tenía bastante sobrepeso para su gusto y tenía una barba larga y descuidada que le parecía repugnante.
Una vez en su oficina, Perkins cerró la puerta.
—Bueno, veamos el programa. — Estoy cansada y tengo que preparar mis cosas. Vuelvo a casa mañana — dijo Emily.
El profesor la abofeteó tan fuerte que Emily se cayó en el sofá.
— Te dije que te quedas.
— No, no me quedo — pensó Emily. Miró a su alrededor, buscando cámaras de vigilancia.
— Sin cámaras, sin testigos, cariño. Me aseguré de que fuera tu palabra contra la mía — dijo Perkins. — Yo siempre gano.
Emily sacó un pañuelo de su bolso y se aseguró de no tocar nada.
—Vamos, ya sabes a qué va todo esto; ¿cuántas veces te violaron de niña? Ya estarás acostumbrada, putita. Serás mi asistente, me ayudarás con el trabajo y serás mi puta personal; a cambio, aprobarás y conservarás tu beca. De hecho, si no quieres que se lo diga a otros profesores, seguirás siendo mi puta hasta que te gradúes. Una palabra mía y estarás fuera de esta universidad; otra palabra y nunca conseguirás trabajo como escritora.
Emily recordó que tenía un dardo envenenado en una pequeña cápsula de acero inoxidable en su bolso. Logró sacarlo.
Perkins se sentó a su lado en el sofá; la tomó del cuello con su mano regordeta y la jaló hasta que estuvo muy cerca de su cara.
— Bueno, supongo que te convencí de que seas mi asistente, — dijo con su aliento a cigarrillo.
Emily le encajó el dardo en el cuello justo detrás de la oreja. — No, gracias. Ya tengo trabajo. Soy sicaria y te acabo de matar. Sin testigos.
Perkins abrió mucho los ojos al sentir el pinchazo del dardo en el cuello. La apartó y se puso la mano en el cuello. —Puta sinvergüenza, pagarás por esto.
— Sí, claro, — dijo Emily, mirando cómo el hombre corpulento caía al suelo.
Perkins se puso una mano en el pecho y abrió mucho la boca y los ojos; luego, cerró los ojos con una mueca de dolor y se contrajo en posición fetal hasta que se le paró el corazón.
Emily le sacó el dardo miniatura del cuello. Vio un pastillero caer del bolsillo del pantalón de Perkins.
— Mmm, así que tomas pastillas de nitroglicerina… Interesante, muy apropiado para la ocasión, — pensó Emily.
Esparció algunas pastillas y puso dos en la mano del profesor Perkins, luego dejó el pastillero cerca de él en el suelo y se fue. Antes de ir al aeropuerto a la mañana siguiente, asistió a una clase. Al terminar, un compañero se le acercó.
— ¿Te enteraste?, — dijo el compañero alto y pelirrojo. — El profesor Perkins murió anoche; estaba solo en su despacho y sufrió un infarto.
— No sabía. Es una pena; parecía un buen profesor. Me dijeron que era el mejor, — dijo Emily.
— Sí. Pregunté. Tendremos un nuevo profesor la semana que viene. ¿Estarás presente? Yo no puedo, soy estudiante a distancia.
— Yo también soy estudiante a distancia, — dijo Emily.
— Bueno, entonces conoceremos al nuevo profesor en línea. Hasta la próxima, dijo el estudiante. — Soy Chad.
— Hasta la próxima, soy Emily.
— Adiós, Emily, — dijo Chad.
Emily se despidió de Chad con la mano.
En el vuelo de vuelta a casa, Emily escribió su primera historia. — Mm, me gusta; quizás debería cambiarle el nombre al profesor. Prentis se parece demasiado a Perkins. ¿Qué tal Robertson? Sí, mucho mejor. Y el asesino debería usar un cuchillo. Sí… El profesor apuñalado. Bueno, ya tengo el primer capítulo de mi libro, — dijo Emily, mirando su cuaderno con orgullo.
Con cariño, Victoria.
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