Algo que escribir… Parte 1
Ya sin la directora Emma, Emily avanzó muy rápidamente en el colegio. Tan solo dos años después se graduaba de la preparatoria con un GPA de 6 puntos y la posibilidad de obtener una beca universitaria.
Emily quería ser escritora. En la preparatoria se dio cuenta de que tenía un don natural para contar historias, así que aplicó para obtener una beca para estudiar la carrera de escritora creativa y de negocios en una prestigiosa universidad de arte.
Querida Lectora:
Emily corrió a revisar el buzón. Encontró un sobre con su nombre, pero no era amarillo; no contenía una foto o un celular desechable. Entró a la cocina y abrió el largo sobre blanco para encontrar una carta que le decía que había obtenido la beca que quería.
Emily estaba extasiada; no sabía qué hacer. Sintió que se le humedecían los ojos y que las lágrimas corrían por sus mejillas.
Lucinda estaba preparando café. — ¿Qué pasa, chica? ¿Otro trabajo?
Pero Emily no respondió. Lucinda la miró y corrió a abrazarla. — ¿Qué pasa, cariño?
Emily le mostró a Lucinda la carta de la universidad.
— ¿Una beca? ¡Guau! ¡Genial! ¿Pero por qué lloras? ¿Son lágrimas de felicidad?
Emily asintió y abrazó a Lucinda, riendo y llorando al mismo tiempo. El corazón le daba vuelcos como si fuera a salírsele del pecho.
Lucinda ayudó a Emily a sentarse y le dio un vaso con agua. Emily bebió un sorbo, respiró profundo y se tranquilizó.
— No sé qué me pasó; ¡me emocioné tanto, me puse tan feliz! Fue surreal, — dijo Emily. — Lucinda, no puedo irme a vivir a un campus universitario; ¿qué hay de todo lo demás? Los trabajos.
— Creo que puedes tener un horario híbrido en la universidad, parte a distancia, y presentarte a exámenes y en otras ocasiones importantes, — dijo Lucinda.
— Además, ya es hora de que conozcas a los jefes, que hables con ellos y les cuentes tus sueños y expectativas.
Emily tenía dudas, pero estuvo de acuerdo en que esa era la manera de hacerlo, así que llamó a Carlos y le pidió que la ayudara a conseguir una reunión con los jefes. Sorprendentemente, ellos accedieron a verla a la mañana siguiente.
Emily se despertó al amanecer; apenas había dormido un par de horas. Se vistió formalmente; era una reunión de negocios. A las 10 de la mañana, una camioneta negra la recogió. Emily estaba tan nerviosa que ya no tenía uñas para morderse cuando llegó a la reunión.
La llevaron a una lujosa sala de juntas con sillas marrones de piel y una mesa de cristal brillante. Desde la ventana, podía ver toda la ciudad.
Tres hombres entraron juntos, charlando y riendo. Uno tenía poco más de sesenta años, y los otros dos eran más jóvenes, uno de cuarenta y el otro de unos treinta.
— Hola, Emily, — dijo el hombre mayor. — ¿Quieres café?
— Hola, — dijo Emily con timidez. — Agua está bien, por favor.
El hombre más joven tomó una botella de agua y un vaso, los puso sobre la mesa y acercó la silla. — Siéntate, por favor, Emily.
Emily se sentó; él empujó la silla y abrió la botella de agua.
— Gracias, — dijo Emily casi en un susurro.
El hombre mayor se sentó, y los otros dos también.
— No tengas miedo, Emily, estamos muy orgullosos de ti, nuestra mejor francotiradora, — dijo el hombre mayor con una cálida sonrisa. — Así que quieres conocernos, tienes algo que decirnos. Por favor, adelante.
Emily respiró hondo. — Acabo de terminar la preparatoria y quiero ir a la universidad, así que solicité una beca y me la concedieron. Quiero ser escritora, la mejor escritora.
— ¡Genial, felicidades! ¿Pero qué te preocupa? ¿Necesitas más dinero?
— No, me preocupan los trabajos; no puedo recibir los sobres si vivo en el campus. Lucinda me aconsejó que tomara un horario híbrido, parte a distancia, e ir a la universidad para los exámenes y otros eventos importantes, pero sigo preocupada por los trabajos.
El hombre mayor miró a los otros dos; todos sonrieron y asintieron.
— Emily, no te preocupes, tendrás tus trabajos, eres la mejor, podemos tener un calendario. Envíanos tu horario y podremos ajustar los trabajos.
— ¿En serio? — preguntó Emily emocionada.
— Sí, solo prométeme que no escribirás tus memorias, — dijo el hombre mayor.
Emily sonrió. — Claro que no.
El hombre más joven se acercó a Emily. — ¿No te acuerdas de mí? — preguntó.
Emily lo miró con más atención. — ¡Tú! ¡Fuiste tú! Me hiciste saltar de un quinto piso el día que le disparamos a la candidata.
— Sí, ¿te gustó?
— ¡No! No me gustó.
— Soy Steve; te ayudaré de ahora en adelante si estás de acuerdo, — dijo extendiendo la mano hacia Emily.
— De acuerdo, — dijo Emily, estrechándole la mano a Steve.
— Genial, ya somos familia. Steve, lleva a Emily de vuelta a casa. Tiene que aceptar esa beca para convertirse en la mejor escritora del mundo, dijo el hombre mayor.
Emily y Steve intercambiaron números de teléfono reales.
— Estamos en contacto, — dijo Steve cuando la camioneta se detuvo en la puerta de Emily.
Emily asintió y saltó de la camioneta. Lucinda estaba en la puerta.
— ¿Y?
— Los jefes son geniales; ya está arreglado. Les compartiré mi horario escolar, ¿y recuerdas al muchacho que te conté que estuvo conmigo el día que le disparamos a la candidata?
— Sí, el que te hizo saltar del quinto piso.
— Es uno de los jefes. Se llama Steve y me trajo a casa. Seguiremos trabajando juntos, — dijo Emily.
— ¡Guau! ¡Qué sorpresa! En verdad te aprecian.
Los jefes querían bien a Emily, eso le dio tranquilidad. Y ella estaba lista para convertirse en la escritora y la asesina más exitosa de la historia.
Con cariño, Victoria.
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